…»Hasta llegar a la plaza todo se respetó tal y como estaba escrito,
incluidas las reflexiones sobre mi muerte, y por ende, sobre mi vida.
En el balance comprobé que los momentos que me justificaron estar vivo,
fueron aquellos donde me animé a saltar a lo nuevo.
Detecté que la ambición había sido el motor, y la misión,
mi guía. Aunque más veces de las que hubiera querido,
la ambición se había transformado en mi guía, y la misión en una desconocida.
Hoy, ante la proximidad de mi muerte,
confirmo que no supe vivir.
Si lo único que uno se lleva es lo que dio; he podido llevarme más. La falta de
contacto con el creador me ha hecho perder el contacto conmigo,
confundiendo lo trascendente con lo transitorio, y por ese simple
motivo, la misión fue desplazada por la ambición. Dos palabras. Dos
simples palabras que lo explican todo. Y todo por olvidar que un día
iba a morir, y que ese día podía ser cualquiera.
En cuanto a los miedos, reconocí que el mayor miedo había sido a
mí mismo. Por eso la insistencia en manejarme por zonas conocidas
donde mis reacciones tuvieran algún precedente que las contenga. La
muerte había sucedido hace mucho, cuando había dejado de arriesgar,
y yo me estaba enterando. …»
Fragmento del libro «Morir a Tiempo»
Autor: Jorge Schubert